jueves, septiembre 06, 2007

Una vaina



Y qué más puedo hacer sino quererte, aunque sé que quererte es una vaina, pero cada vez que voy a la panadería y el empleado, que por cierto me odia, me pregunta que si de harina o de agua, yo le respondo que aquí todas las noches son de luna llena e indignado por mis espontáneos aullidos me saca a patadas sin permitirme siquiera un pan de mantequilla.
Y en el trabajo, mientras corrijo crónicas ajenas, te interpones de pronto entre tanto impresentable candidato, y a punto del naufragio, sólo tu risa loca me rescata a salvo de morir ahogado bajo tanta absurda perorata.
Además, todos los ojos son verdes, todas las sopas son de tomate, todos los cannon son de Pachelbel, y cuando por la noche clausuro las pupilas y trato de conciliar los dividendos, todas las ovejas que parecen nubes comienzan a llover nostalgias y no hay manera de contarlas.
Así que he decidido no volver a dormir y esperarte despierto, aunque sé que esperarte es una vaina, pero qué puedo hacer si hasta mi psiquiatra, después de arruinarme años de confidencias en los que te narré toda mi vida, que casi viene a ser también la tuya, acabó declarándome un caso perdido y remitió mi expediente a un exorcista. Y a pesar de los baños de agua bendita y de toda la ceniza derramada sobre mi frente y tu memoria, el cura, tras acusarme de pretender exorcizar a un ángel, reenvió mi persona ante la cuartería de un brujo haitiano.
Y yo de pariguayo, con mis tres rosas rojas en la mano, levitando siempre entre divanes, confesionarios y altares de santería.
Así que he decidido no volverme a despertar y permanecer durmiendo todos los insomnios y nostalgias de mi vida.
Y ni siquiera tengo necesidad de cerrar los ojos porque me he programado para dar los buenos días y las buenas noches sin apenas equivocar las horas.
Sé que amanece porque te veo llegar y que llega la noche porque te debes ir, aunque he llegado a un importante acuerdo consensuado con todos los relojes para que nunca me vuelvan a ladrar tu ausencia.
Con los ojos cerrados también he aprendido a distinguir perfectamente cuando callas y ries, y si acaso equivoco la liturgia, te confieso que, a veces, hago trampas y en lugar de dormir me mantengo en vigilia permanente.
Como quiera, olvidarte es otra vaina, pero qué más puedo hacer sino escribirte.

Autor: Koldo.